OLMOS UNA CIUDAD MARAVILLOSA Y DE ANCANTOS MULTIPLES.
OLMOS UN TESORO ENCANTADOR - LOS PIPOCHINOS
 

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PRODUCTOS QUE PRODUCE Y EXPORTA LA CIUDAD DE OLMOS
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=> VIRGEN DE NITAPE
=> PAVA ALIBLANCA
=> LOS PIPOCHINOS
PROYECTO ESPECIAL OLMOS TINAJONES
SUPERMERCADO DE OLMOS


Petroglifos de Olmos, en Lambayeque


Los pobladores de Olmos apostaron por el turismo como alternativa económica ante la crisis campesina y agroindustrial que los afecta. Ubicado en la encrucijada de los caminos que unen Piura y Chiclayo con Jaén y Chacahpoyas; Olmos muestra por primera vez su imponentes petroglifos de la quebraba de Boliches, de tres mil años de antigüedad, así como su buena infraestructura hotelera, su hermosa campiña y sus inmensos bosques de algarrobos que esconde un temerario circuito para el deporte de alta aventura. Unos dicen que se trata del AMARU, la vieja serpiente de la sabiduría, el hacedor cultural andino forjador de civilizaciones. Otros afirman que se trata de una representación simbólica de la Vía Láctea, y sostienen que en este rincón de la quebrada Boliches, en las afueras de Olmos, se tiene una espectacular visión del cielo nocturno donde la Vía Láctea resalta como inmensa columna vertebral del universo. Hay quienes recuerdan que esta serpiente de dos cabezas nos lleva a explicar la dualidad andina, que se trata de uno de los íconos favoritos de la cultura Chavín y que Moches, Nazcas y Paracas también la tuvieron entre sus divinidades. Lo cierto es que no salimos de nuestro asombro al comprobar la magnitud y belleza de los petroglifos esparcidos en un breve espacio de la quebrada Boliches, a sólo 4 kilómetros del cruce de la carretera a Jaén, en el corazón de Olmos, la provincia más norteña del departamento de Lambayeque. La zona es una confluencia natural que unió las áreas de influencia de las culturas Vicús, Moches, Chimús y Chachapoyas, tanto así que fue precisamente en Olmos donde Francisco Pizarro y sus huestes descansaron antes de continuar su trayecto hacia Cajamarca, procedentes de Tumbes y de San Miguel de Piura. Muy cerca al Amaru hallamos la imagen de un hombre que mira al cielo grabada en una roca que descansa sobre el viejo tronco de un algarrobo. Debe medir casi un metro de alto y está rodeado de grabados erosionados por el viento, la lluvia y el tiempo. Sus ojos apuntan hacia el norte, tiene los codos levantados y sobre los hombros lleva unos adornos ceremoniales. En su tórax luce algo así como una columna vertebral con líneas en serpentín. Una decena de cuñas adornan su piel a la altura del estómago. En la zona prefieren llamarlo "el Inca". Más allá la sorpresa aumenta cuando contemplamos una enorme figura de clarísima influencia Chavín grabada en una gran roca. Parece un laberinto de habitaciones y pasadizos, pero conforme nos alejamos logramos contemplar el diseño de una ave rapaz (¿cóndor?) colocada de perfil siguiendo el típico diseño de los artistas Chavín. "Las interpretaciones sobran -nos dice el arquitecto Luis Marquina, propietario del albergue ecológico El Remanso, de Olmos- pero lo cierto es que pese a que fueron estudiados desde los años 60, estos petroglifos han sido abandonados por las autoridades culturales de nuestro país, sus diseños se están borrando por la erosión y no faltan visitantes inescrupulosos que están arrancando lajas de roca grabadas con petroglifos". Marquina nos lleva hasta una roca conocida como "la silla del Inca" pero se indigna al contemplar que ahora luce partida en dos. "¡No puede ser -reclama el arquitecto- hace unos meses estaba enterita!". Sin embargo, aun se pueden contemplar sus formas que semejan un asiento con su respaldar grabado con líneas y otras formas geométricas. Durante nuestro recorrido por quebrada Boliches contabilizamos casi medio centenar de petroglifos. Los hay de todos los tamaños, casi siempre se trata de simples líneas o círculos que guardan un orden que sólo sus diseñadores o los arqueólogos podrán interpretar. Otros aun están ocultos bajo los matorrales o entre los algarrobos que abundan en la zona. También se pueden ver figuras de venados, felinos y aves locales, pero sobresalen la enorme representación del Amaru, "el Inca", el cóndor Chavín y la "silla del Inca", por su envergadura y sus impresionantes diseños. Según estudios de Bernardo Tineo -autor del libro Olmos, leyendas y tradiciones- esta zona de petroglifos fue conocida como Pipochinos, debido a los sobrenombres de dos estudiantes de arqueología, Pipo y chino, que investigaron la zona hace más de tres décadas. Tineo asegura que en la zona se han contabilizado 130 piedras grabadas con petroglifos, cantidad sólo comparable con la conocida zona arqueológica de Toro Muerto, en Arequipa. Pero los petroglifos no son la única atracción que nos espera en Olmos. El viaje por tierra a esta localidad es toda una aventura por la sucesión de pisos ecológicos, de pueblos típicos lambayecanos y de monumentos arqueológicos que nos recuerdan el antiguo esplendor de un territorio donde prosperaron las civilizaciones Moche y Lambayeque. Ubicado a 80 kilómetros al norte de Chiclayo, Santo Domingo de Olmos es célebre por el famoso proyecto hidroenergético prometido por todos los gobiernos de turno desde 1930 y que sigue durmiendo el sueño de los justos en las oficinas de la burocracia limeña. Lo ideal es viajar en coche propio. Pero también basta llegar a Chiclayo y tomar los colectivos que cubren la ruta bautizada por los cobradores de combis a grito pelado como "¡Michigan, Tucson, Illinois, París, Hawaiii!", es decir siguiendo los poblados de Mochumí, Túcume, Illimo, Pacora y Jayanca, a lo largo de la antigua Panamericana Norte. Se trata de una vía que hoy en día se usa para unir Chiclayo con Jaén, en Cajamarca, y con Chachapoyas, capital del departamento de Amazonas. De Chiclayo a Jayanca (35 kilómetros) el paisaje se caracteriza por los enormes sembríos de arroz y pequeños bosques de algarrobos. Pero es a partir del poblado de Salas (célebre por sus brujos) cuando el panorama nos hace recordar los paisajes selváticos de Chanchamayo o de Satipo ¡y eso que estamos a poco más de cien kilómetros del mar! En ambos lados de la pista los bosques de algarrobos se extienden hasta donde alcanza la vista, pero hacia el norte se distingue los contrafuertes andinos que brindan un escenario similar al de la selva alta. Tanto así que conforme avanzamos vimos la sombra de una tormenta que justo en nuestra dirección. Minutos después, soportábamos un chaparrón de esos que sólo se ven Iquitos, Pucallpa o Moyobamba. Poco después pasamos por el puente Chicoma (que acaba de ser recosntruído luego de soportar los embates del último Fenómeno del Niño) para pasar por Chochope y luego por Motupe, célebre por su peregrinación a la Cruz de Chalpón. Diez kilómetros más al norte pasamos por el cruce a Tongorrape y luego por el cruce a Jaén y Chachapoyas. Desde aquí sólo hay cuatro kilómetros hasta ingresar al poblado de Olmos, donde lo primero que nos llama la atención son sus pistas en mal estado de conservación y casonas que aun conservan las huellas del fenómeno del Niño ¡de 1983! que contrastan con la nueva plaza reconstruída por la municipalidad local. Una vieja foto a la que pudimos acceder mostraba una hermosa plaza de árboles centenarios, jardines, veredas y bancas ensambladas perfectamente con la arquitectura local de casas de paredes de adobe, quincha, balcones y techos de tejas. Hoy en día, empero, su plaza muestra todos los efectos del síndrome reconstructor de la era Fujimori. La plaza es un mamaracho de losetas de colores, horribles rejas que rodean los jardines, una glorieta huachafísima y, lo peor, enormes bancas de piedra similar al mármol que le dan a la plaza un tenebroso aire de cementerio viejo. La plaza, empero, hace juego con la nueva iglesia matriz, reconstruída siguiendo los criterios de algún albañil ateo o enemigo de la fe católica. Otra explicación no podemos hallar para tan mal gusto arquitectónico. Pero basta recorrer las callecitas de Olmos para comprobar lo que queda de aquellos años de bonanza que logró como zona agrícola y ganadera, y como eje industrial de productos derivados del limón. De todo ese esplendor ahora no nada queda. Apenas un par de empresas siguen industrializando el limón, mientras que el agro y la ganadería aun no se sobreponen de la debacle económica que nos dejó el fujimorismo. Será por eso que algunos vecinos y empresarios de Olmos apuestan por el turismo como fuente alternativa para mejorar la economía local. Para esto, Olmos cuenta con un bello complejo turístico: El Remanso, ubicadoi en las afueras de la urbe pero cerca a la plaza principal. Se trata de un antiguo local que alguna vez fue casa hacienda y que hoy es administrado por el arquitecto Luis Marquina. Su construcción conserva el bello estilo de las casas campestres, con paredes de adobe, techos de tejas y estructura basada en el algarrobo. Tiene una pequeña piscina, un buen restaurante de platos típicos e internacionales y un amplio huerto que llega hasta las faldas de un cerro cubierto de bosques de algarrobos. Aquí se han realizado campeonatos de motocros y también sirve para realizar paseos en bicicleta o una reconfortante caminata. Por si fuera poco tiene teléfono, hay servicio de internet para los clientes y cuenta con una amplia cochera donde resguardar los autos. En el pueblo, además, se pueden hallar todo tipo de servicios, desde restaurantes, cafeterías, bodegas y farmacias, hasta grifos con todo tipo de combustible. Por todo esto, Olmos no sólo es un buen destino turístico sino que se encuentra perfectamente integrado a todo el circuito de turismo histórico y de aventura del noreste peruano. Basta saber que Olmos es parada obligada para la ruta que une Chiclayo con Jaén y Chachapoyas, sede de la célebre ciuadadela de Kuélap. Un circuito que incluye el pueblo de Lambayeque, el balneario de Pimentel, las Tumbas Reales del Señor de Sipán (cuyo nuevo museo está en plena construcción), Huaca Rajada, el fastuoso complejo arqueológico de Túcume, los bosques y huacas de Batán Grande, la gruta de la milagrosa Cruz de Chalpón, Olmos y todos los atractivos turísticos del norte de los departamentos de Lambayeque, Cajamarca y Amazonas. La zona de petroglifos, su campiña y los bosques de algarrobos no son los únicos puntos de interés que brinda Olmos a los turistas. Muy cerca a la ciudad está el zoocriadero Barbara D'Achille, donde su propietario, Gustavo del Solar, logró salvar de a la pava aliblanca, una especie de ave que había sido considerada casi extinguida hasta 1977 cuando fue hallada por el campesino Ricardo Timaná en los terrenos de la hacienda Querpón. El zoocriadero está a sólo diez minutos de Olmos y cuenta con una exhibición permanente de monos, papagayos, venados, serpientes y sachabacas, muy aparte del criadero dedicado exclusivamente a la pava aliblanca. Olmos también guarda circuitos poco conocidos para turismo de alta aventura, cuya visita se puede coordinar previamente con Luis Marquina. Se trata los desiertos y los bosques de algarrobos de Licurnique, ubicado a la "espalda" de la imponente cordillera Pumpurre, cuyos espectaculares picos se pueden distinguir desde la ciudad. Muy pocos han logrado recorrer esta zona donde abundan los petroglifos, antiguas ciudadelas prehispánicas, caminos incaicos y una flora y fauna digna del más exigente safari fotográfico. Pumas andinos, tarucas, ofidios y una sinnúmero de aves abundan en sus paisajes desérticos y sus bosques. Los días nos quedaron cortos para visitar todos los atractivos turísticos de Olmos, pese a que el santuario de petroglifos nos bastó para convencernos de la necesidad de promocionar este bello rincón lambayecano. Todo el año es bueno para conocer Olmos. Sus fechas festivas están relacionadas con el calendario agrario y cristiano. la navidad, el peregrinaje a la Santísima Cruz de Chalpón (agosto y febrero) y la fundación española de Santo Domingo de Olmos (27 de junio) que coincide con el festival del Limón. Lo más a la mano es el peregrinaje a la milagrosa Virgen María del caserío de Nitape, en mayo próximo. Texto y fotos de Roberto Ochoa B.


Los dioses del bosque















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